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viernes, 18 de abril de 2014

Museos: una manera de entrar en contacto con el pasado y el presente.

Todo el mundo ha escuchado alguna vez la palabra museo, y, muy probablemente muchos de vosotros habréis visitado alguno en algún momento de vuestra vida. Pues bien, sabréis lo que es un museo, pero quizás no lo conozcáis de la manera más completa.

Museo Guggenheim (Bilbao)
Un museo es una institución cultural abierta al público, sin fines lucrativos,donde se conservan, estudian, y  exponen materiales que han formado parte de la evolución del universo, de ambientes biológicos, físicos, sociales del mundo pasado y actual, y de las realizaciones del hombre a lo largo de su existencia. 



Como ya sabemos, el fin general de un museo es el de adquirir materiales, coleccionarlos y mostrarlos al público. En un museo hay diferentes métodos de adquisición de materiales: a través de su compra, por medio del intercambio de piezas o incluso por donación.

Museo del Prado (Madrid)
Cuando nos preguntamos qué funciones tienen los museos, las respuestas son tres: por un lado, tiene la tarea de conservar, restaurar y catalogar el material que pasa a su disposición para mantener el buen estado de estos. Deben cuidarlo y protegerlo para preservar la riqueza del museo y evitar su deterioro. Por otro lado, lleva a cabo una tarea de investigación con el fin de asegurar la calidad y la autenticidad del material que pasará a manos del museo y, de esta manera, mantener el estatus y prestigio del museo. Y no simplemente se limita a investigar todo aquello que espera recibir, sino también se realiza una investigación de aquel material ya adquirido y del que ya está en posesión del museo. Y, como última función, la de comunicar y difundir. Esta última función englobaría la difusión de las políticas y diseño de las diferentes exposiciones que se realizan (permanentes y temporales), así como el márketing que requiere dicha difusión. Además, se ha añadido entre las funciones del museo la educativa, actividades didácticas con el fin de incluir la labor educativa como fin del museo mediante talleres y visitas: "...El reto de hoy es conservar estas preocupaciones tradicionales pero combinándolas con valores educativos que se centran en como los objetos conservados pueden mejorar la calidad de vida de todos" Hopper-Greenhill, E. (1998). Los museos y sus visitantes. Ed.Trea.
Museo de Historia Natural

Para dar lugar a esta labor educativa se necesita crear una interacción entre la obra o pieza y el visitante. Esta interacción puede ser de tres tipos: en primer lugar, puede producirse una interactividad manual, física, en segundo lugar puede producirse una interactividad intelectual, es decir, la mente se encuentra con un reto. Se nos plantea una pregunta, se nos activa la mente, se nos cuestiona algún concepto que teníamos como válido, en definitiva, se nos plantea un conflicto cognitivo. Y, por último, puede darse una interactividad emocional. Se nos estimula el ánimo, el humor, el placer estético.

Espero que os haya gustado y haya despertado vuestro interés.
Carolina.





miércoles, 5 de marzo de 2014

De mayor quiero ser...


El mundo, el conjunto de todas las cosas creadas, el planeta Tierra, el género humano, la sociedad, la convivencia, la educación, el futuro…¿Qué será del mundo dentro de unos años?

Considero que es una bonita, frustrante y contradictoria reflexión el llegar a ser consciente de que el mundo que se construye hoy en día, es el que nuestros hijos, hermanos, primos e incluso nosotros mismos habitaremos. ¿Qué estamos enseñando? ¿Qué estamos aprendiendo? ¿Qué expectativas tenemos?

Como dijo Freinet, y en relación a una de las entradas dedicada a los sueños, “No podéis preparar a vuestros alumnos para que construyan mañana el mundo de sus sueños, si vosotros ya no creéis en esos sueños; no podéis prepararlos para la vida, si no creéis en ella; no podríais mostrar el camino si os habéis sentado, cansado y desalentado en la encrucijada de los caminos”

Para ello, creo que este vídeo es muy significativo o al menos para mí. No hacen falta más palabras para tomar conciencia que lo que hoy hacemos nosotros, mañana lo harán los demás. Que tenemos que ser fuertes ante las situaciones complicadas, ante las crisis, porque habrá pequeñas personitas que tendrán ilusiones y ganas de salvar el mundo. Optemos por el optimismo, por las pequeñas luces que encontramos en el túnel y no nos dejemos llevar únicamente por el presente, por lo que no sale como queremos y no nos gusta.

Feliz Miércoles,


Eva.

viernes, 21 de febrero de 2014

La educación como espacio de vida, de experiencia.

Toda experiencia, si nos toca profundamente, si nos ha hecho mella, tiene algo de inasible, de impronunciable; cualquier intento de decirla va acompañado de un sentimiento íntimo de incompletud, de incapacidad para expresar los matices, los efectos íntimos con que fue vivida, de imposibilidad de dar cuenta de todos los aspectos de que se compuso lo vivido”, “…la frustrante sensación que tenemos a veces con algún sueño cuando, al despertar, se te deshilacha conforme intentas recordarlo, retenerlo. Y sin embargo, sabemos que eso que se nos escapa, que no conseguimos decir, para lo que cualquier expresión se nos muestra insuficiente, es justo sobre lo que necesitamos pensar, para lo que tenemos que encontrar palabras. Es la tensión de la insuficiencia lo que mueve la búsqueda” (Contreras, 2009, p. 7 y 8).

Ésta es la realidad a la que se enfrentan la gran mayoría de los educadores sociales cuando, como parte del inicio de su práctica profesional, abandonan las aulas y deben enfrentarse a la realidad, al trabajo cotidiano con aquello para lo que se supone que se les ha formado: la atención a los colectivos desfavorecidos. Es en ese momento cuando la intensidad de lo vivido como parte de las experiencias profesionales que pasan a formar parte de su día a día hace que muchas veces se les haga muy difícil ser capaces de expresar con palabras lo que están sintiendo y experimentando. Y sin embargo, son esas experiencias iniciales las que se quedan grabadas en su memoria, y por lo tanto, dejan verdadera huella en su forma de ser. Ya no solo a nivel profesional, sino también a nivel personal.  

A su vez, esta incapacidad de encontrar palabras para definir lo vivido, hace que el profesional se sienta en la necesidad de seguir buscando, para llegar a ser capaz de reflexionar, comprender, y expresar todas esas experiencias vitales. Esa es la belleza de la experiencia, su capacidad para definirnos, transformarnos, y orientarnos a la búsqueda, pues es esa búsqueda la que nos hace avanzar.

Por otra parte, la experiencia también se convierte en un elemento fundamental de la verdadera educación, es decir, la educación como experiencia. Una educación que sobrepasa los límites del ámbito formal, y que pretende lograr la formación y transformación del sujeto de experiencia. Un espacio de relación e interacción social, de construcción y reconstrucción conjunta del saber, de búsqueda de nuevos caminos, nuevos objetivos. Una educación que se adapta a las peculiaridades de los individuos que la conforman, y al carácter cambiante de la realidad, de la vida. Porque al fin y al cabo eso es lo  que es, un espacio de vida.


En conclusión, esta visión de educación es la que debe estar presente también en la práctica profesional del educador social, ya que como educadores, nosotros también debemos transformarnos en el proceso, y por ello, debemos apostar por la educación basada en el aprendizaje y la transformación conjunta del educador y el educando, ya que la mejor forma de aprender, como diría Paulo Freire, es en relación con la vida, con los demás.


Iris.