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Y en la
medida que las políticas culturales suponen un potente instrumento de construcción,
transferencia y conservación de la cultura, su fomento se convierte en una
necesidad y obligación moral. Por ello, es fundamental la implicación de todos
los agentes de la sociedad en esta labor, no siendo suficiente con que la
gestión de dichas políticas culturales sean competencia limitada de los
organismos públicos, sino de toda la sociedad.

Por todo ello se hace muy necesario reivindicar la necesidad de equilibrar
estas desigualdades, dando lugar a una verdadera democracia cultural. Una
democracia cultural que hoy se abre camino gracias a acciones que sobrepasan
los límites de lo estatal, aunque todavía se esté muy lejos de conseguir
alcanzarla.
La insuficiente
de implicación cultural por parte de los organismos públicos ha supuesto una
explosión de propuestas y políticas culturales que surgen de la propia
ciudadanía para dar respuesta a las necesidades que ellos mismos poseen, y que
contienen una riqueza incalculable.
Algunos
ejemplos de este tipo de propuestas culturales serían proyectos como el de "Zaramari" o “Despacito por las piedras”, que podéis ver en los siguientes
enlaces:
En
suma, todo lo comentado es una muestra de hasta qué punto la cultura forma
parte de la esencia del ser humano, y supone un complejo e imparable proceso de
construcción de realidades y formas de ser, sentir y vivir. La cultura es
vida.
Iris.
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