“Al escribir se retienen las palabras, se hacen
propias, sujetas a ritmo, selladas por el dominio humano de quien así las
maneja… Mas las palabras dicen algo. ¿Qué es lo que quiere decir el escritor y
para qué quiere decirlo?... Quiere decir el secreto; lo que no puede decirse
con la voz por ser demasiado verdad; las grandes verdades no suelen decirse
hablando. La verdad de lo que pasa en el secreto seno del tiempo, es el
silencio de las vidas, y que no puede decirse. “Hay cosas que no pueden decirse",
y es cierto. Pero esto que no puede decirse, es lo que se tiene que escribir” (Skliar
y Larrosa, 2009, p. 11).
Con este fragmento comienzo esta nueva entrada, un fragmento del que puede
deducirse la magia propia de la escritura, aquella que nos impulsa a escribir
como consecuencia de la necesidad de sacar de algún modo aquello que sentimos y
que a veces ni si quiera somos capaces de decir en voz alta. En esta línea, los
talleres de escritura se convierten en un ejercicio fundamental para fomentar un
tipo de arte como es la escritura, así como la interacción entre la misma y las
personas, intentando hacer surgir ese impulso que nos lleva a escribir más allá
del ámbito obligatorio, escribir porque disfrutamos con ello.
Y a propósito de esto, la experiencia del pasado
miércoles fue una oportunidad y un ejemplo de taller de fomento de la
escritura, de la cual pude deducir diferentes aspectos:
En primer lugar, que cualquier taller de fomento de
la escritura debe constar de un primer momento de “calentamiento”, realizando
para ello dinámicas de inicio, para la primera toma de contacto. Seguido de las
propias actividades de fomento de la escritura (sensibilización y expresión), y
por último, actividades de reflexión sobre lo experimentado en el taller.
En segundo lugar, que dichos talleres necesitan
disponer del tiempo necesario que permita que la actividad se realice con
tranquilidad.
En tercer lugar, la importancia de que aquellas
personas que vayan a hacer uso de los talleres de escritura como parte de su
práctica profesional, como puede ser el caso de los educadores sociales, previamente
experimenten esta vivencia como participantes del taller escritura.
Y en cuarto y último lugar, que este tipo de
talleres permite fomentar aspectos como la creatividad, la imaginación, la
expresión, etc. Pero por otra parte, también se convierte en una posibilidad de
encuentro del individuo consigo mismo, un acercamiento a sus potencialidades,
al conocimiento de lo que es capaz de hacer, y a reflejar su personalidad, ya
que cuando escribimos, consciente o inconscientemente, dejamos parte de nosotros
en lo que estamos transmitiendo.
Iris.
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