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miércoles, 26 de marzo de 2014

Taller de escritura, una experiencia de descubrimiento artístico.

Al escribir se retienen las palabras, se hacen propias, sujetas a ritmo, selladas por el dominio humano de quien así las maneja… Mas las palabras dicen algo. ¿Qué es lo que quiere decir el escritor y para qué quiere decirlo?... Quiere decir el secreto; lo que no puede decirse con la voz por ser demasiado verdad; las grandes verdades no suelen decirse hablando. La verdad de lo que pasa en el secreto seno del tiempo, es el silencio de las vidas, y que no puede decirse. “Hay cosas que no pueden decirse", y es cierto. Pero esto que no puede decirse, es lo que se tiene que escribir” (Skliar y Larrosa, 2009, p. 11).

Con este fragmento comienzo esta  nueva entrada, un fragmento del que puede deducirse la magia propia de la escritura, aquella que nos impulsa a escribir como consecuencia de la necesidad de sacar de algún modo aquello que sentimos y que a veces ni si quiera somos capaces de decir en voz alta. En esta línea, los talleres de escritura se convierten en un ejercicio fundamental para fomentar un tipo de arte como es la escritura, así como la interacción entre la misma y las personas, intentando hacer surgir ese impulso que nos lleva a escribir más allá del ámbito obligatorio, escribir porque disfrutamos con ello.

Y a propósito de esto, la experiencia del pasado miércoles fue una oportunidad y un ejemplo de taller de fomento de la escritura, de la cual pude deducir diferentes aspectos:

En primer lugar, que cualquier taller de fomento de la escritura debe constar de un primer momento de “calentamiento”, realizando para ello dinámicas de inicio, para la primera toma de contacto. Seguido de las propias actividades de fomento de la escritura (sensibilización y expresión), y por último, actividades de reflexión sobre lo experimentado en el taller.

En segundo lugar, que dichos talleres necesitan disponer del tiempo necesario que permita que la actividad se realice con tranquilidad.

En tercer lugar, la importancia de que aquellas personas que vayan a hacer uso de los talleres de escritura como parte de su práctica profesional, como puede ser el caso de los educadores sociales, previamente experimenten esta vivencia como participantes del taller escritura.


Y en cuarto y último lugar, que este tipo de talleres permite fomentar aspectos como la creatividad, la imaginación, la expresión, etc. Pero por otra parte, también se convierte en una posibilidad de encuentro del individuo consigo mismo, un acercamiento a sus potencialidades, al conocimiento de lo que es capaz de hacer, y a reflejar su personalidad, ya que cuando escribimos, consciente o inconscientemente, dejamos parte de nosotros en lo que estamos transmitiendo.


Iris.


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