El término
de políticas culturales se podría entender en rasgos generales como la
presencia o ausencia de un conjunto de acciones y prácticas sociales entorno a
la cultura llevadas a cabo tanto por parte de los organismos públicos como por
parte de agentes sociales y culturales, que se concreta en la realización de
actividades culturales y artísticas (Monclús, n.d.). No se trata, sin embargo, de simples
actividades sin trascendencia, ya que a la vez que se realizan estas
actividades, indirectamente se están transmitiendo ciertos valores y cierto
modo de ver el mundo, modificando por lo tanto la visión del mundo de las
personas implicadas.
Y en la
medida que las políticas culturales suponen un potente instrumento de construcción,
transferencia y conservación de la cultura, su fomento se convierte en una
necesidad y obligación moral. Por ello, es fundamental la implicación de todos
los agentes de la sociedad en esta labor, no siendo suficiente con que la
gestión de dichas políticas culturales sean competencia limitada de los
organismos públicos, sino de toda la sociedad.
Sin embargo,
la realidad es que en la actualidad el ofrecer cultura a la sociedad no es una
obligación para los organismos públicos, sino una opción, y esto ha llevado a
que la intervención y el interés estatal en este sentido sea muy limitada, y
predomine la desigualdad social de acceso a códigos culturales en la población.
Por todo ello se hace muy necesario reivindicar la necesidad de equilibrar
estas desigualdades, dando lugar a una verdadera democracia cultural. Una
democracia cultural que hoy se abre camino gracias a acciones que sobrepasan
los límites de lo estatal, aunque todavía se esté muy lejos de conseguir
alcanzarla.
La insuficiente
de implicación cultural por parte de los organismos públicos ha supuesto una
explosión de propuestas y políticas culturales que surgen de la propia
ciudadanía para dar respuesta a las necesidades que ellos mismos poseen, y que
contienen una riqueza incalculable.
Algunos
ejemplos de este tipo de propuestas culturales serían proyectos como el de "Zaramari" o “Despacito por las piedras”, que podéis ver en los siguientes
enlaces:
En
suma, todo lo comentado es una muestra de hasta qué punto la cultura forma
parte de la esencia del ser humano, y supone un complejo e imparable proceso de
construcción de realidades y formas de ser, sentir y vivir. La cultura es
vida.
Iris.
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