Siguiendo algunos de los matices dados en clase,
podríamos definir los paradigmas como aquellos marcos de referencia sobre los
que se deben fundamentar determinados supuestos metodológicos, delimitando el
modo de abordar los problemas, proponer soluciones y aplicarlas. Como
paradigmas más representativos en las ciencias sociales se encontrarían los
siguientes:
-El paradigma tecnológico o la animación como
tecnología social. Defiende la idea de la realidad como algo único y objetivo,
y por lo tanto, con una única interpretación. Confía en el poder de la ciencia,
y más concretamente, en el del conocimiento positivo como herramienta para
analizar e interpretar esa realidad. Se da mucha importancia a la eficiencia y
la racionalidad de los procesos, y se concibe al animador como un mero técnico que se dedica a
aplicar aquello que ha sido prescrito
previamente por los teóricos. Se trata, en suma, de un planteamiento cuya
aplicación puede llevarnos a grandes incoherencias, pues no tiene en cuenta el
carácter variable y cambiante de la realidad, ni las características subjetivas
de las personas que la componen, tratándose de un planteamiento rígido frente a
una realidad que necesita de flexibilidad constante.
-El paradigma interpretativo o la animación como
interacción social. Defiende la idea de la realidad como algo no objetivo e
interpretable de forma unívoca, y frente al modelo anterior plantea la “interpretación”
de la realidad, y no la “explicación” científica. Es decir, defiende la
necesidad de aproximarse a la realidad sobre la que se va a actuar, pero no con
la idea de objetivar verdades absolutas sobre una realidad única, sino con la
de sacar conclusiones que le proporcionen un mayor conocimiento sobre la misma
y que le permitan realizar intervenciones que favorezcan el desarrollo personal
y colectivo. Desde este planteamiento el animador sería “un práctico, un mediador grupal que interpreta situaciones y favorece
experiencias”. Un agente que actúa desde su subjetividad en interacción con
la subjetividad de cada uno de los destinatarios.
-El paradigma crítico o la animación como proceso
político. Parte de las mismas ideas que el modelo anterior, es decir, se
fundamenta en la crítica al modelo positivista y a su consideración de la
realidad como algo único y objetivable, pero a diferencia del segundo, es en sí
una crítica al primer modelo. Frente a este, defiende la idea de una realidad “social” que “se constituye en la historia y es fruto de las tensiones e intereses
contrapuestos de las distintas clases sociales y grupos humanos”. Ataca a
la falsa imagen neutral de la ciencia y el método científico, pues no son
neutrales, sino que responden a intereses, no teniendo como objetivo principal
ampliar el conocimiento general sobre la realidad, sino sobre aquellas dimensiones
que les interese. Desde este planteamiento
la tarea del animador nunca será neutral, sino comprometida política y
socialmente. Su acción deberá centrarse en desvelar y recrear realidades y
generar alternativas. Lograr la emancipación de los individuos y la
transformación de la sociedad.
Y como punto final al que nos lleva tanto lo tratado
en esta entrada como la anterior, concluimos plasmando la estructura metódica
que todo proceso de intervención social debe cumplir independientemente de la
metodología de acción social que siga y el paradigma que se encuentre tras la
misma:
Hasta aquí las publicaciones de hoy,
Iris.
No hay comentarios:
Publicar un comentario